lunes, 7 de febrero de 2011

¿Y qué se siente?

Un dolor en el pecho que no es dolor, es satisfacción. Un dolor que deseas que nunca termine, que se quede, que permanezca ahora y por siempre. Es un dolor dulce. Un dolor que, en realidad, no duele.

Piensas que es lo único bueno que hay en todo el mundo, que sin ella estarías perdida, triste, sin alma ni vida. Piensas que te vas a morir de tanto quererla, que tu corazón se detendrá por todos esos revoloteos tan intensos.

Sabes que es tu mitad, con tan solo cuando te dice “Hola”, sabes que la reconocerías entre una multitud, porque tus ojos sólo la ven a ella. Todo se oscurece, todo menos donde se encuentra.

No temes a nada cuando está a tu lado, le darías tu vida y arriesgarías todo para darle lo que pidiera. Dejarías a un lado tu orgullo, tu desconfianza, tus miedos. Todo lo malo que hay en ti, lo tirarías por la ventana sólo para verla sonreír. Sólo para que te mire aún con más intensidad. Para que vea cuánto te importa.

Te importa poco o nada lo que ocurra, siempre y cuándo ella esté bien. Cuando sabes que algo le ocurre te preocupas e incluso dejas de comer o dormir para que se sienta bien. Porque es un dolor incluso más grande que el de antes. Es un dolor que te paraliza, te atemoriza y sin duda, te hace sentir inútil en la distancia.. Es un dolor que duele más que mil puñaladas. Desearías poder ir en ese momento y abrazarla, sin importar dónde esté, sin importar lo que haga. Sólo deseas estar a su lado, sentirla en tus brazos durante toda la eternidad. Y serías tan feliz que morirías sólo con eso. Con un simple abrazo.

Si te lo pidiera, tomarías una estrella con tu mano y la convertirías en un hermoso colgante. Si te lo pidiera, le darías tu corazón palpitante en mano y con una sonrisa. Y sin que te lo pidiera, la protegerías ahora y siempre, de todo lo malo, de todo lo ruín y cruel que hay en este mundo. Sin que te lo pidiera, la adularías con regalos, besos, abrazos, caricias y palabras.

Esperarías décadas por ella, por sólo verla unos segundos. Esperarías todo lo que hiciese falta. Y cuando no la ves, te sientes inquieta pero segura, porque sabes que puedes confiar en ella.

Es tanto ese dolor, que dejas de vivir por ti y empiezas a vivir por ella. Porque tu mundo, tu vida y tu existencia gira en torno a ella. Te has convertido un planeta girando en torno a una estrella. Y así eres feliz. Tan feliz que llorarías durante años sin parar. Tan feliz que no puedes encontrar palabras para agradecerle todo lo que hace por ti. Tan feliz… Que incluso te parece un pecado.

No tienes ojos para nada ni nadie más, sólo la ves a ella, brillante, sonriente. Sólo ella. Sus ojos te hipnotizan y su sonrisa te derrite el corazón. Sólo ella. Su cabello es el más hermoso que jamás has visto y su cuerpo el más perfecto del Universo. Sólo ella y nadie más.

Y todo esto y mucho más sientes por ella. Porque la quieres y la amas con toda tu alma y corazón, con todo tu ser. Porque ella es la razón por la que vives, porque es su amor el que te alimente. Es tu agua, Sol, viento, incluso el fuego que te quema.

Ella lo es todo y aunque ella se fuera, seguirías amándola.Aunque ella se fuera, no podrías decir nada para hacerla sentir mal, porque no hay nada que decir. Ella es perfecta. Y en silencio, la amarías hasta el fin de los tiempos y no de tu vida, porque tu vida habría terminado en aquel preciso instante que tanto temes. Y en ese momento te dices “¿Por qué tengo miedo? Es simple, porque la amo”.